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lunes, 15 de septiembre de 2014

Escocia, Europa espera con preocupación el referéndum por la Independencia

Bruselas contiene la respiración
Dos escocesas, que viajaron solo para votar, se hacían ayer una selfie en la frontera entre Inglaterra y Escocia. Getty
El próximo 18 de septiembre se presenta como un día clave, no solo para el Reino Unido, sino para la Unión Europea. Escocia tendrá la oportunidad de elegir su futuro mediante el voto popular. Ese día los escoceses decidirán si continuar el mismo solos o manteniendo su actual status, junto al resto de países miembros del Reino Unido.
Pocos debates internos tan europeos como el provocado por la convocatoria de un referéndum de independencia en Escocia. La decisión de David Cameron de autorizar la consulta no tiene precedentes en Europa. Y, al margen de cual sea el resultado final, sus reverberaciones se sienten más allá de las islas británicas.
La Unión Europea mantiene la respiración ante las consecuencias que puede tener la celebración del referéndum escocés. Por sus efectos en otras latitudes del continente con aspiraciones independentistas y porque, en breve, quizás se deba aclarar cómo se encajaría el nacimiento de un nuevo Estado dentro de la Unión, un supuesto no previsto en la legislación comunitaria.
"Europa debería estar orgullosa de este proceso porque no se ve con frecuencia que las disputas territoriales se resuelven de manera pacífica", decía Nicola McEwen, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Edimburgo en un reciente coloquio en Bruselas. Pero el pasado jueves, en Milán, no era del ejemplo democrático que está dando el Reino Unido de lo que hablaban los políticos, banqueros y financieros en los pasillos de la conferencia que precedió a la reunión del Eurogrupo. Su principal preocupación era el impacto que el avance del sí está teniendo y puede tener para la libra y la economía británica.
Las instituciones comunitarias se han mostrado frías e incluso contrarias a la iniciativa cuando sus dirigentes se han pronunciado sobre los movimientos secesionistas en Escocia y Catalunya. La Unión Europea aspira a ser algo más que un club pero, en último término, es una organización internacional de Estados nación y su reflejo es defender a sus accionistas.
El temor, en cualquier caso, es grande a que la iniciativa escocesa inflame los ánimos en otros territorios con aspiraciones similares (Catalunya, Euskadi, Flandes, Ulster, Véneto...).
Con los sondeos advirtiendo de un posible triunfo del sí, la Comisión Europea trata estos días de pasar lo más desapercibida posible. Lejos quedan las declaraciones de su presidente, José Manuel Durão Barroso, advirtiendo que sería "muy difícil si no imposible" que una Escocia independiente volviera a formar parte de la Unión, comparando el caso con Kosovo. Es posible que en unas semanas Edimburgo y Londres llamen a las puertas del Ber- laymont, sede del ejecutivo comunitario, para negociar el encaje de la nuevo Estado dentro de la UE, algo que hasta ahora se ha negado a abordar formalmente.
Algunos juristas defienden que puede resolverse con una reforma simple del tratado como prevé su artículo 48. Lo llaman ampliación interna de la Unión y sería poco más que una absorción del nuevo Estado, que ya forma parte del club, una vía exprés. Otros sostienen que deberán ponerse a la cola del resto de países que desde fuera de la Unión negocian su ingreso (Turquía, Serbia...) y seguir el procedimiento previsto en el artículo 49. Aunque para Escocia el camino sería infinitamente más sencillo que para los candidatos de fuera, no deja de ser una ruta más larga y proclive a los accidentes.
Alex Salmond con partidarios del 'sí' a la independencia de Escocia
Foto: Russell Cheyne/REUTERS

Cuando la pregunta se ha dirigido a la Comisión Europea, en calidad de guardiana de los tratados, la institución parece inclinarse por esta segunda opción. Sostiene que la región en cuestión quedaría automáticamente fuera de la UE al proclamar su independencia y debería solicitar su ingreso en el club, algo que en todos los casos sólo puede acordarse por unanimidad. Lo que no aclara es por qué artículo se resolvería esa situación. Fuentes diplomáticas europeas reconocieron en julio que estudian "varios escenarios" ante la posible aparición de un nuevo Estado en la UE y no sólo uno, largo e incierto, como sugiere Bruselas.
McEwen también cree que "legalmente, lo más probable" es que se imponga la segunda vía porque versa sobre adhesiones y "la práctica legal es dar preferencia a artículos específicos frente a los generales", un veredicto que el SNP (Partido Nacional Escocés) no comparte aunque es poco preciso a la hora de rebatirlo. McEwen admite, no obstante, que pueden prevalecer "las consideraciones políticas sobre el derecho" y se podría optar por la primera ruta, pero duda que el proceso pueda culminarse en el plazo de 18 meses que Edimburgo se ha dado para declarar la independencia, por lo que puede ser necesario "firmar algún tipo de acuerdo bilateral para dar continuidad a la pertenencia de Escocia a la UE en algunas áreas".
Alyn Smith, eurodiputado del SNP, descarta que surjan obstáculos. "No digo que vaya a ser a nada automático, sólo que se trata de detalles, no de cuestiones de principios", le replicó en el coloquio organizado el Centro de Estudio de Políticas Europeas (CEPS) en Bruselas. "Somos parte del territorio de la UE y queremos seguir siéndolo, a nadie le interesa que nos quedemos fuera ni un segundo (...)".
Sea cuál sea la ruta elegida para volver a la UE, todos los estudios jurídicos realizados sobre el asunto (incluido el de la Assemblea Nacional Catalana) coinciden en que el ingreso del nuevo socio necesita el acuerdo de todo el club, pues los tratados sólo pueden ser modificados por unanimidad. Edimburgo confía en que el hecho de que el proceso haya sido consensuado con Londres le allane el camino. La incógnita que persiste es qué ocurrirá en el interregno, cuánto durará y cómo de complicado será la ruta de vuelta a la Unión Europea.
La posible victoria del 'Sí' en el referéndum del 18 de septiembre no significará automáticamente la independencia de Escocia, sino que los escoceses deberán esperar hasta el 24 de marzo de 2016 para ver hecho realidad su sueño de acabar con la unión forjada con Inglaterra en 1707, según lo estipula el calendario que se marcó el ministro principal de Escocia, Alex Salmond, tras el acuerdo suscrito con el primer ministro británico, David Cameron, el 15 de octubre de 2012 para la celebración de la consulta, en la que los escoceses solo podrán decir si están a favor o en contra de la independencia.
En la mañana del 19 de septiembre, una vez que se conozcan los resultados oficiales de la consulta, arrancará el complicado proceso de negociar con Londres la devolución de las competencias que aún no han sido transferidas al Parlamento escocés, como la recaudación de impuestos, la gestión de los ingresos por petróleo o la presencia de bases militares, entre otros. Salmond tiene particular interés en negociar la retirada del 'Trident', el sistema de disuasión nuclear británico compuesto por cuatro submarinos y que tiene su base en Escocia, un asunto que se antoja peliagudo, ya que habría que buscar otro emplazamiento, además de los elevados costes que supondría, por lo que Londres se ha mostrado reticente hasta ahora.
Precisamente esta complejidad convierte a la salida del 'Trident' de Escocia en una de las mejores monedas de cambio de que gozaría Salmond para negociar la independencia. En todo caso, desde su Gobierno han dejado claro que no hace falta que todos los asuntos hayan quedado resueltos antes de la independencia propiamente dicha, sino que podrían terminar de cerrarse una vez que ésta se haya producido.
En todo caso, desde la campaña por el 'sí', afirman que el plazo de 18 meses que se ha dado Salmond entre la celebración del referéndum y la independencia propiamente dicha es suficiente, ya que los 30 países que desde 1945 que se han independizado a través de consultas populares han tardado unos quince meses en concretarlo.
La negociación con Londres estará encabezada por el Gobierno escocés, si bien ya ha manifestado su deseo de que haya participación de la sociedad civil.
Por otra parte, conocedores de que Escocia deberá solicitar su entrada en la UE si abandona Reino Unido, Salmond prevé iniciar las negociaciones ya antes de que se produzca la independencia, con el objetivo de poder acelerar los plazos. Dado que Escocia actualmente es miembro de la UE, el Gobierno de Salmond considera que las negociaciones de adhesión deberían ser rápidas, entre otras cosas también porque cree que dados los "inmensos recursos" de que dispone el territorio supone un beneficio para ambas partes.
Además, "la velocidad a la que Europa respondió a la Reunificación Alemana demuestra que puede evolucionar rápidamente ante nuevas situaciones", defiende el Gobierno escocés, a sabiendas de que la entrada en la UE depende del visto bueno de los 28 estados miembro y algunos, como España, podrían oponerse.
El primer ministro británico, David Cameron , imploró a los escoceses que rechacen la independencia y mantengan "intacta" la familia del Reino Unido, en un intento por detener el firme ascenso del apoyo secesionista antes del referéndum del 18 de septiembre.
"No queremos que esta familia de naciones se despedace", dijo Cameron, de 47 años, en un artículo de opinión publicado en el diario británico Daily Mail. Entre el mensaje emotivo y una clara advertencia, agregó: "Si Reino Unido se rompe, se rompe para siempre".
En una señal del pánico instalado al interior de la élite política británica, Cameron y el líder de la oposición, Ed Miliband, suspendieron su sesión semanal de interpelaciones políticas para visitar Escocia durante el fin de semana y pedir a los escoceses que no rompan su unión de 307 años con Inglaterra.
Varios sondeos de opinión han mostrado un aumento en el apoyo a la independencia en las últimas semanas, asustando a los mercados financieros y planteando el mayor desafío interno a Reino Unido desde la independencia de Irlanda hace casi un siglo.
El campo del "no" ha acelerado esta semana su campaña después de que un sondeo sobre intención de voto publicado el domingo por el "Sunday Times" diera por primera vez la victoria del "sí" a la independencia en el referéndum escocés.
Según ese sondeo, los partidarios de la separación ganarían con un 51 %, frente a un 49 % de los contrarios a la secesión.
Ante esta situación, los líderes de los dos principales partidos -Cameron, Miliband y el viceprimer ministro, el liberal demócrata Nick Clegg- montaron una ajetreada agenda en Escocia, durante el fin de semana, aunque por separado en distintos lugares de la región, a fin de buscar apoyo al campo unionista y ante la clara preocupación de las formaciones por la posibilidad de que gane la opción independentista.
"El independentismo en Escocia da impulso a los movimientos separatistas en España e Italia". De este modo titula el influyente diario económico de la City de Londres, Financial Times, su análisis acerca de las consecuencias que podría acarrear la posibilidad de un triunfo del 'sí' a la independencia en Escocia en el referéndum que se celebra este jueves. El artículo, ilustrado con una fotografía de la V de la Diada en Barcelona de la semana pasada, abre la web del diario este lunes por la mañana. 
Según el salmón británico, tanto el País Vasco como Catalunya, en España; y el Veneto y Tirol del Sur, en Italia, "se están lamiendo los labios ante la perspectiva de que Escocia vote la secesión de Reino Unido", un "entusiasmo" que, señala el diario, "no es compartido por la comunidad internacional de inversores".
El diario señala que en Catalunya, el País Vasco, Tirol del Sur y Veneto "ha arraigado la idea de que la prosperidad local se desvía en beneficio de los corruptos, la intimidación y las élites económicamente incompetentes en Madrid y Roma".

¿Seguirán ondeando juntas las banderas después del 18 de septiembre?.

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