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domingo, 22 de junio de 2014

África, El elefante un animal en peligro de extinción por el comercio de marfil

"El elefante no tenía la cara y su tronco estaba destrozado, pero sus patas temblaban aún. Le habían arrancado los colmillos.
Cuando escuchó los disparos, Darren Potgieter, médico de Wildlife Conservation Society, tomó el helicóptero en la reserva Niassa al norte de Mozambique y comenzó la búsqueda. Lo que vio nunca lo olvidará. Para ahorrar balas los cazadores disparan al elefante, luego cortan su cara con machetes y toman el marfil", publicaba el diario El Colombiano el pasado mes de febrero.
quema de marfil
Esto ocupa los colmillos de unos 850 elefantes. El marfil confiscado es quemado para evitar que acabe como mercancía de comercio ilegal.
Tener unos pendientes de marfil o un cuerno de elefante presidiendo el salón, tomarse brebajes con cuerno de rinoceronte para quitar la resaca o curarse los males con alguna parte de tigre. Son algunos de los pilares del comercio ilegal de especies protegidas, cuya demanda está en aumento en países asiáticos.
Eso, y que es un crimen "muy lucrativo y de muy bajo riesgo". Aunque ya conozcas el argumento de que "si no actuamos pronto estas especies pueden desaparecer", los miedos de organizaciones de conservación están justificados en cifras como estas, de WWF, que harán enfadar a cualquier amante de los animales. Lo explica Carlos Drews, Jefe del Programa de Global de Especies de WWF Internacional, que ha visitado Madrid en vísperas de viajar a Tailandia para la Convención Internacional de Especies Amenazadas (CITES).
Al menos 500 elefantes murieron en Mozambique en los últimos tres años, la mayoría de ellos abatidos por cazadores furtivos, según cifras aportadas por la organización conservacionista WWF.
"Las pérdidas podrían ser devastadoras para la población" de elefantes, afirmó la directora de World Wildlife Fund en Mozambique, Anabela Rodríguez, en un comunicado emitido desde la sede de la entidad en el sur de África.
Mozambique "se ha convertido en uno de las plazas principales de la masacre de elefantes y el tráfico de marfil en el continente", dijo Colman O'Criodain, experto de WWF, que pidió que se actúe "urgentemente" para combatir estas actividades ilegales.
Según cifras de la organización, entre 500 y 900 elefantes murieron en este país africano debido a la caza furtiva entre 2011 y 2013.
WWF dio a conocer su informe al término de la reunión que esta semana han mantenido en la capital mozambiqueña representantes de Gobiernos y ONG y expertos para buscar soluciones al fenómeno creciente de la caza ilegal de elefantes y rinocerontes en África meridional.
Además, WWF recordó que un total de 442 rinocerontes han sido abatidos en Sudáfrica en lo que va de año en acciones de furtivos que a menudo tienen su origen en el vecino Mozambique.
A Tang Yong Jian las promesas de dinero rápido le salieron caras. Más aún, a sus víctimas. Esta semana, un tribunal de Kenia condenaba a este ciudadano asiático a una multa récord de 20 millones de chelines, unos 170.000 euros, tras ser arrestado, días antes, en el aeropuerto de la capital keniata, Nairobi, con cerca de 3.4 kilogramos de marfil en su maleta.
Jian se convertía en la primera persona en ser sentenciada bajo unas nuevas leyes anti-contrabando, destinadas a purgar la caza furtiva. 
El pasado 20 de mayo, la Policía senegalesa detenía a Eloi Sokoto Siakou y Modou Sarr en el mercado de Soumbedioune (Dakar). Entre ambos llevaban 380 pulseras de marfil, un total de seis kilos y medio, que tras su venta les podían haber reportado unos 7.600 euros. Ahora están en prisión.
Sin embargo esas sentencia y otras posteriores no han impedido la muerte en Kenia de un enorme elefante de 45 años que vivía en el parque nacional Tsavo y al que los guardias conocían con el nombre de Satao. Éste era abatido por cazadores furtivos que usaron flechas envenenadas para matarlo. Su cuerpo apareció el 30 de mayo salvajemente mutilado: le habían arrancado sus enormes colmillos.
El Gobierno keniano estima que 97 elefantes han muerto este año por la acción de los cazadores ilegales. Fuentes consultadas por el diario británico The Guardian aseguran, no obstante, que la cifra real podría ser hasta 10 veces mayor.
Dos situaciones que representan las dos caras de una misma moneda, el tráfico ilegal de marfil que amenaza seriamente la supervivencia de esta especie (20.000 ejemplares abatidos sólo en 2013), un problema que, sin embargo, los países africanos empiezan a tomarse en serio.
Imágenes de Satao, en Facebook.
Imágenes de Satao, en Facebook.
Satao, un macho adulto con unos colmillos de unos 45 kilos cada uno, era muy conocido por los turistas que visitaban el parque keniano. "Una gran vida perdida para que alguien, en algún lugar lejano, pueda lucir un adorno en la repisa de su chimenea", según aseguran desde la ONG Tsavo Trust, que lo seguía desde hacía años. La imagen de su triste final ha dado la vuelta al mundo y ha vuelto a poner el foco sobre un problema mucho más grande que el gigante Satao: el tráfico ilegal de marfil, que mueve unos 10.000 millones de dólares cada año.
La demanda de marfil procede sobre todo del sudeste asiático, de países como China, Tailandia o Vietnam, que transforman este preciado material en objetos decorativos y adornos corporales y luego lo distribuyen en sus mercados internos o lo exportan al resto del mundo.
Según datos de la organización TRAFFIC, 2011 fue "el más desastroso para la vida de los elefantes" con más de 2.500 muertes a manos de furtivos en todo el continente africano. Precisamente, en diciembre de ese mismo año, las autoridades portuarias de Malasia incautaban el mayor alijo de colmillos de paquidermos con un valor de mercado cercano a los 1,3 millones de dólares realizado hasta la fecha. ¿El origen del envío? La localidad keniana de Mombasa.
Unos pocos números muestran la tragedia del elefante africano. Las cifras de la Liga de Acción por los Elefantes (EAL), recuerdan que hacia los 1600 los elefantes desaparecieron del norte de África. A comienzos del siglo 19 su población de estimaba en 27 millones, de los que quedaban 5 millones al despuntar el siglo 20. En 1981 había cerca de 1.300.000 y hoy se calcula que viven unos 420.000, pero que podrían verse reducido a poco más de 300.000 en unos diez años, caso no se pare la caza furtiva de los elefantes.
En el norte de Camerún fueron muertos casi 500 elefantes entre enero y febrero de 2012. En Sierra Leona no queda ninguno y en la República Democrática del Congo 22 fueron masacrados en el Parque Nacional Garamba en solo 48 horas y sus colmillos enviados al sur de Sudán y Uganda, uno de los caminos del marfil hacia Asia.
Pero la persecución del elefente no es solo de ahora. Ese animal ha sido uno de los más explotados en la historia de la humanidad y quizás ningún otro producto natural, como el marfil, influyó tanto en el devenir de un continente.
El mismo ha sido objeto del deseo, y de caza, por parte de indios, romanos, persas, árabes, chinos, españoles, británicos y portugueses, financiando la colonización de África y la esclavitud de los siglos 18 y 19.
Según advierten organizaciones ecologistas, la población de rinocerontes de Sudáfrica -concentrada en el parque nacional Kruger, en el noreste del país y fronterizo con Mozambique- desaparecerá en unos años de continuar este ritmo de caza del animal.
El tráfico de marfil y de cuerno de rinoceronte, el boom del cuerno del rinoceronte se ha debido a que su precio se ha elevado hasta los 60.000 dólares (unos 45.000 euros) por kilo, más incluso que el oro (42.300 dólares/kilo) tiene como principal destino los países asiáticos, donde se asocia su compra al poderío económico y estatus social.
Un estudio de Fiona Underwood y Robert Burn de la Universidad de Reading en el Reino Unido sugiere que entre 2007 y 2011 el tráfico de marfil se duplicó.
Ese comercio representa cerca de 20.000 millones de dólares anuales en un mercado que, en su orden, se reparten China, Hong-Kong, Estados Unidos, Tailandia, Egipto y Alemania.
A los animales los matan de muchas maneras. Echando cianuro en sus puntos de abastecimiento de agua, con flechas envenenadas o escopetas, e incluso disparándoles desde el aire, como ocurrió en 2012 en la República Democrática del Congo con 22 elefantes masacrados desde helicópteros. En ocasiones ocurre con la connivencia de los propios guardias que debían protegerlos, y muchas veces los protagonistas son cazadores furtivos que proceden de la población local y se ven tentados por grandes sumas de dinero. Además, en ciertos países se trata de un tráfico vinculado a la obtención de fondos para la financiación de grupos armados, como ocurre por ejemplo en Sudán, Etiopía y Uganda. Y normalmente el problema está asociado a la escasez de medios materiales (guardias, vehículos, tecnología) de los propios Gobiernos africanos para hacer frente a esta caza furtiva a gran escala.

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