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sábado, 21 de diciembre de 2013

Holanda, La ciudad de Amsterdam ofrece a los alcohólicos cerveza por trabajo


Tras más de una década sin empleo por una lesión de espalda y alcoholismo crónico, Fred Schiphorst consiguió finalmente un trabajo el pasado año. Fred está decidido a conservarlo.
Se levanta a las 05:30, pasea al perro y luego se pone una corbata roja para salir a limpiar basura en las calles del este de Amsterdam.
"Tienes que ir elegante" dice este antiguo trabajador de la construcción de 60 años.
barrenderos, Amsterdam, alcohólicos"No estoy orgulloso de ser alcohólico, pero sí de volver a tener trabajo", asegura Schiphorst. Éste es beneficiario de un programa financiado por el Gobierno que pretende sacar a los alcohólicos de las calles pagándoles con cerveza por recoger la basura.
De martes a sábado, dos brigadas de diez hombres se encargan de las labores de mantenimiento del Parque del Este de Ámsterdam, un hecho que pasaría inadvertido, si no fuera porque esos hombres son alcohólicos y la entidad que les emplea les ofrece cerveza como pago.
Los alcohólicos crónicos han sido divididos en dos grupos de diez personas cada uno, y cada bando trabaja tres días a la semana. Estamos ante un claro ejemplo de pragmatismo holandés, el cual puede causar escándalo en otros países pero no en su propia tierra. La jornada arranca a las 9 de la mañana, con cerveza para algunos y café para otros, y luego empieza el arduo trabajo de limpieza.
Tras 35 años de trabajo en el ámbito de lo social, la fundación holandesa De Regenboog ('El Arco iris') dirige un proyecto tan pionero como heterodoxo en el tratamiento del alcoholismo.
"Llegan a las nueve y les damos dos cervezas, un sándwich y medio paquete de cigarrillos antes de comenzar con las tareas de limpieza", dijo la portavoz de la organización, Jasperine Schupp, en entrevista telefónica.
Durante la jornada, los beneficiarios de este programa (bebedores crónicos que en su mayoría son personas sin hogar o sufren desórdenes psiquiátricos) reciben cuatro o cinco latas más de cerveza, una comida caliente y 10 euros en concepto de honorarios.
"Por supuesto que hemos recibido críticas, pero lo cierto es que el acercamiento que proponemos a esta enfermedad es tan pragmático como efectivo", explicó Schupp.
Según la responsable, "la policía y los vecinos nos apoyan porque ven que las personas que antes bebían en el parque ahora están ocupadas y se comportan mejor".
Sin embargo, la entidad reconoce que ninguno de los usuarios del programa ha dejado de consumir alcohol, "aunque son libres de unirse a otras iniciativas", señaló la portavoz.
"Si no fuera por este trabajo, seguirían yendo al supermercado a las ocho de la mañana para comprar cerveza y llevársela al parque" añade el mismo.
"Ahora beben menos, tienen motivaciones y son más conscientes de su enfermedad", afirmó Schupp.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Unión Europea (UE) es la región del mundo con mayor consumo etílico, lo que convierte al alcohol en el segundo factor de riesgo de mortalidad en la zona, solo por detrás del tabaquismo.
Esta organización sitúa a Holanda ligeramente por debajo de la media regional en ingesta de alcohol puro al año (9,34 litros frente a 9,60 de media europea, según los últimos datos disponibles, de 2010), aunque, lejos de decrecer, esos registros rondan los mismos valores desde hace casi cuatro décadas.
Si bien no existen precedentes del caso del Parque del Este, lo cierto es que la población holandesa de Nimega acogió en 2009 la primera edición de un proyecto igualmente insólito sobre tratamiento de adicciones.
"Ofrecimos más de 1.200 euros a los pacientes que, durante seis meses, demostraran que no habían consumido cocaína, pero tampoco alcohol", declaró el profesor de la Universidad de Gante, Wouter Vanderplasschen, especialista en psicología y drogodependencias.
"Fue muy efectivo porque quienes participaron acabaron siendo tres veces menos propensos a recaer y por eso hoy el proyecto sigue adelante", señaló, pues "no solo importa la recompensa económica, sino las metas que se plantean con ese estímulo y si consiguen reorganizar sus vidas".
En su opinión, el proyecto de Ámsterdam "no servirá para que los alcohólicos dejen de beber".
"Todo depende de los objetivos que quieran alcanzar los organizadores", valoró Vanderplasschen.
La alcaldesa de Ámsterdam del este, Fatima Elatik, apoya el proyecto, aunque como una musulmana debe desaprobar el consumo de alcohol.  La misma indicó que los adictos "no puede ser aislados" y que se les exija que se recuperen. "Es mejor darles algo que hacer y restringir su consumo a una cantidad limitada de cerveza con ningún licor fuerte", añade a continuación.
Sin embargo, el programa no está exento de críticas, y regidores conservadores de Ámsterdam aseguran que el "proyecto cerveza" es una pérdida del dinero del gobierno y una muestra más de la cultura de tolerancia que convirtió a la ciudad en una centro de atracción para los usuarios de marihuana.
Hans Wijnands, director de la Rainbow Foundation, rechazó las críticas, asegurando, para el diario The New York Times, que "está de moda el apoyar medidas represivas". Añadió que sería "hermoso si los alcohólicos pudieran dejar completamente de beber, pero esa no es nuestra meta principal. Tienes que darles a las personas una alternativa, mostrarles que existe otro camino aparte de holgazanear en el parque y beber hasta la muerte".
"Cada día es una batalla. Les aseguro que cada hombre que ven aquí lleva sobre los hombros una pequeña mochila con su propia tristeza", comenta Fred Schiphorst, participante del programa de Amsterdam, para el diario neoyorquino.
Seis décadas después de penetrar en Europa, Alcohólicos Anónimos (AA) encarna hoy la versión más hegemónica de la lucha contra esta enfermedad en todo el continente.
En torno a 5.000 personas se reúnen semanalmente en Holanda y cerca de 4.000 lo hacen en Bélgica, según estimaciones ofrecidas por la organización, que voluntariamente se niega a llevar un recuento de sus usuarios.
"Nuestro primer objetivo es permanecer sobrios", indicó la coordinadora de uno de los cuarenta grupos que hay en Bruselas, que pidió mantener el anonimato.
La organización tiene por norma no opinar sobre cuestiones externas, pero a diferencia del programa de Ámsterdam, el proyecto de AA pasa por la abstinencia total.
La terapia de AA sigue regularmente el mismo esquema: tras una primera ronda dedicada a compartir sus preocupaciones semanales, los participantes discuten en la intimidad del grupo cuestiones de autoestima y bienestar, siempre acompañados por cafés, zumos o dulces.
"No somos un número fijo de personas, pero yo procuro venir siempre porque este es mi sitio y aquí estoy rodeada de amigos", declaró un participante, que pidió no ser identificado.
"Cada uno de nosotros ha tenido su propio recorrido, pero todos sabemos que ante el alcohol hay que capitular: yo, si no hubiera acudido aquí, habría muerto", sentenció la coordinadora del grupo.
Foto de Jasper Juinen para The New York Times.

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