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miércoles, 20 de marzo de 2013

Irak, 10 años después de la invasión de los EE.UU.

El día 16 de marzo de 2003, se reunen en las Azores, grupo de nueve islas pertenecientes a Portugal, los presidentes de Estados Unidos (George W. Bush), España (José Mª Aznar), Inglaterra (Tony Blair) y el país anfitrión, Portugal (Jose Manuel Durão Barroso), en la que los líderes de estos países dan a Irak, gobernada por Saddam Husein, un ultimátum para iniciar el desarme de las armas de destrucción masiva que, supuestamente, tenía en el país, pero que en realidad nunca aparecieron, porque no existían.
La invasión era apoyada por algunos países, aunque no por sus ciudadanos, además de los cuatro que participaron de la Cumbre de Azores, como Dinamarca, Italia, Australia, Polonia, Israel y Kuwait, entre otros. Ese apoyo explícito de los gobiernos siempre fue acompañado por manifestaciones de protesta en los diferentes países.
Pero también tenía grandes opositores a la misma como Francia, Alemania, China, Rusia, Siria o México que proponían una solución negociada a la crisis.
La ofensiva de Bush, para conseguir la aprobación de la ONU, fracasó en dos instancias importantes para él: México y Chile, que entonces eran miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. En el caso chileno, el presidente Ricardo Lagos rechazó presiones estadounidenses, británicas y españolas.
En el caso mexicano, el presidente Vicente Fox señaló por un lado que los recursos diplomáticos no habían sido agotados y luego evitó responder a las llamadas del presidente Bush, con el que hasta ese momento había tenido una relación muy cercana.
La invasión, y la consecuente guerra, nunca fue aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero aquellos que se oponían permanecieron inmóviles y neutrales durante todo el conflicto.
Cuando George W. Bush anunció el 19 de marzo de 2003 el inicio de las hostilidades contra Irak, pocos en Estados Unidos dudaban, públicamente al menos, de una guerra que era popular, un desquite por los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Para la izquierda, el período que transcurrió entre diciembre de 2001 y marzo de 2003 sería lo que la revista mensual Mother Jones definió simplemente como "mentira tras mentira", y de hecho varios ex funcionarios estadounidenses, incluso el entonces secretario de Estado, Colin Powell, se sintió desgastado por haber presentado al mundo, en un famoso discurso ante Naciones Unidas el 20 de febrero de 2003, un alegato por la guerra basado en información totalmente falsa, respecto a las armas de destrucción masiva que decía poseer Irak.
Según publica hoy, en su web, 20minutos "Un estudio de la Universidad de Brown cifra el coste de la contienda en 1,7 billones de dólares, por encima del billón oficial y lejos de los 60.000 millones presupuestados. Las víctimas, señala, podrían ascender a 189.000 entre civiles, insurgentes y fuerzas de seguridad".  Entre ellos, según el Pentagono, 4.488 militares de ejército norteamericano.
Más de dos millones de estadounidenses, miembros del ejército regular o reservistas y Guardia Nacional han pasado por Irak, y se estima que más de 300 mil, de éstos, han pedido o pedirán algún tipo de apoyo médico, con lo que el coste de la guerra durará mas años de lo que pueda pensarse.
En la víspera del décimo aniversario de la invasión estadounidense, Irak volvió a revivir el infierno ayer martes, en la jornada más sangrienta desde el 9 de septiembre del pasado año, cuando 92 personas murieron en otra ola de ataques reivindicados por Al Qaeda. Entre las 08:00 y las 10:00 de la mañana, una quincena de atentados dejaron alrededor de 60 muertos, según la agencia Reuters, y dos centenares de heridos en Bagdad y varias localidades en las cercanías de la capital iraquí, en su mayoría con coches bombas dirigidos contra pequeños restaurantes y paradas de autobús.
A pesar de que la violencia disminuyó abruptamente en Irak desde que un brote de violencia sectaria dejó al país al borde de la guerra civil en 2006 y 2007, la insurgencia islamista conserva la capacidad de asestar duros golpes tanto en Bagdad como en otras ciudades menos custodiadas que la capital.
Pese a que nadie reivindicó la autoria de los atentados de la jornada, el modus operandi es idéntico al utilizado por el brazo local de la red islamista Al-Qaeda en otras acciones previas, incluidos varios ataques durante la semana pasada.
El pasado lunes día 11, Amnistía Internacional denunciaba que en Irak se siguen produciendo graves violaciones de los derechos humanos, entre ellos ataques a civiles, torturas y juicios injustos que suelen terminar con condenas a muerte.
"Diez años después del final del régimen represivo de Sadam Husein, muchos iraquíes disfrutan hoy de mayores libertades que bajo aquel régimen baasista, pero es evidente que los avances fundamentales en materia de derechos humanos que deberían haberse alcanzado durante el último decenio no se han materializado", declaró la directora adjunta del Programa para Oriente Próximo y Norte de África de Amnistía Internacional, Hassiba Hadj Sahraoui.
Diez años después de lo que George Bush auspiciaba como "un país económicamente próspero que iba a arrastrar a los vecinos", nos encontramos a Irak entre los países más corruptos del mundo, según el índice que elabora anualmente Transparency International, ocupando el 169º lugar en una lista de 176 países.
Las contínuas luchas internas entre las tres principales comunidades: árabes chiíes, árabes suníes y kurdos, dificultan el entendimiento y con ello una política de reorganización nacional.
En las últimas semanas, varias provincias han registrado múltiples protestas contra la escasez de servicios públicos y el deterioro de la situación de seguridad. La situación más tensa se vive en la provincia de Anbar (oeste), donde las manifestaciones se extienden desde hace más de un mes.
Diez años después de la invasión liderada por Estados Unidos, Irak es todavía un país resquebrajado, y aunque su gobierno sea elegido democráticamente, es visto, internacionalmente, como poco funcional. Y con toda una serie de graves problemas por resolver, muchos de ellos herencia directa de la ocupación estadounidense.
Los analistas advierten que Al Qaeda se está reagrupando en Al Anbar reforzada por la guerra en Siria, que comparte 600 kilómetros de frontera con Irak. El riesgo de contagio de ese conflicto impregna todas las conversaciones en este país, cuyo precario equilibrio confesional lo convierte en la línea de frente de la rivalidad sectaria en la región.
En una conversación con la corresponsal de El País en Dubai, el ex primer ministro iraquí y lider del grupo Iraquiya denunciaba: "Ya es un escenario del enfrentamiento. Vemos lo que sucede en Siria. El gobierno de Irak ha decidido apoyar a Bachar el Asad, Turquía está en contra e Irán, a favor. Irak se ha convertido en un instrumento de las potencias regionales".

El periodista Peter Beaumont entrevistó para The Guardian al rostro de la caída de Bagdad. Su foto intentando derribar con un mazo, en abril de 2003, la estatua de Saddam Husein dio la vuelta al mundo.
Kadom al Jabouri golpeando con un martillo la base de la estatua de Saddam. Jerome Delay/AP

Casi exactamente una década después, este hombre lamenta furiosamente aquella tarde y su simbolismo. "Lo que vino después fue una decepción", dice este propietario de una tienda de repuestos de motos de 52 años y antiguo campeón de levantamiento de pesas. "Entonces solo teníamos un dictador. Ahora tenemos cientos".
Jabouri que pasó 11 años en prisión durante el gobierno de Husein, declara para Peter Beaumont con total decepción, "con Sadam había seguridad. Había corrupción, pero nada parecido a lo de ahora. Muchas de las cosas básicas, como la electricidad y el gas, eran asequibles. No he visto progreso. Llegaron después las matanzas, los robos, y la violencia sectaria".
Diez años después de la invasión de las tropas estadounidenses, y a casi un año y medio de su retirada, el país está en la cuerda floja, en un delicado equilibrio, debido a la fragilidad de su democracia y su paz inestable. Así como a los graves problemas estructurales que asolan el país: paro, falta de servicios públicos esenciales, corrupción, enfrentamientos sectarios y casi nulo funcionamiento del Estado.

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