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miércoles, 20 de marzo de 2013

Francisco, un nuevo Papa y un Papa "nuevo"

La elección del nuevo "obispo de Roma" (como él prefiere autodenominarse) nos ha sorprendido a todos los que seguíamos con cierto interés los recientes acontecimientos acaecidos en la ciudad del Vaticano, tanto cristianos como no cristianos. Cuando todas las quinielas apostaban por nombres "punteros" como Scola, Ravasi, Ouellet, Scherer, O'Malley..., sin que ninguno de ellos fuera un claro favorito, el apoyo mayoritario (más de los 77 votos necesarios) rescató al "supuestamente olvidado" cardenal Jorge Mario Bergoglio, que viene de "la fine del mondo", como dijo él mismo al saludar desde el balcón de la plaza de San Pedro, y que ocho años atrás desbloqueó, con sus cerca de 40 votos, la elección del ahora Papa emérito Benedicto XVI. Muchas cosas se han dicho del obispo italo-argentino que no voy a repetir, pero sí quisiera llamar la atención de pequeños indicios que, ya desde el primer momento, nos auguran no sólo un nuevo Papa, sino, lo que es mucho más importante, un Papa nuevo.

1.    De entrada, no cabría definir a Bergoglio como un cardenal progresista (no hay cardenales progresistas), sin embargo, su estilo y su trayectoria apuntan a una labor de construir una Iglesia (y una curia vaticana) más sencilla y evangélica: "¡Ah, cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!". Sus primeras apariciones públicas y sus primeras "escapadas" del Vaticano ya han ido dejando un halo de normalidad (en el mejor sentido de la palabra) y de sencillez.
2.    Unos pequeños pero significativos cambios de “nomenclatura”: Bergoglio no sólo utiliza por primera vez el nombre de Francisco (a estas alturas todos conocemos las razones de esta elección), sino que desde el primer momento se ha referido a sí mismo como nuevo “obispo de Roma” y no como nuevo Papa; de igual manera procedió al referirse a su antecesor, Benedicto XVI; en su primera aparición saludó a los presentes en la plaza de San Pedro como "hermanos y hermanas"; en su primer encuentro oficial con los cardenales tras su elección, sustituyó la fórmula "señores cardenales" por la cercana y cordial expresión "hermanos cardenales"; la famosa "Misa de entronización" ha pasado a ser la "misa de inicio del ministerio petrino" o misa inaugural; utiliza el italiano en lugar del tradicional y oficial latín; y más cosas que veremos...
3.    Harto comentadas han sido las modificaciones en su indumentaria “papal” que no hacen otra cosa sino apuntar a la simplicidad evangélica y a la falta de ostentación en la línea que ya inició en su día Juan XXIII.
4.    En estos días hemos sido testigos de su estilo directo, cercano y apropiado al público al que se dirige, permitiéndose improvisar y bromear, rompiendo los protocolos eclesiásticos, pero no por ello exento de exigencia, profundidad y confesionalidad. Un estilo que también nos recuerda al del buen Juan XXIII. Quisiera destacar dos momentos situados en contextos diferentes: por un lado, en su primera aparición pública pidió a los presentes que rogaran a Dios para que le diera su bendición en su nueva misión; y por otro, al concluir la audiencia con los periodistas, les ofreció su bendición en silencio “respetando la conciencia de cada uno”. Parece que un “aire fresco” está entrando en el Vaticano…
5.    Finalmente me gustaría destacar la importante novedad teológica que comporta en estos momentos la recuperación del término “obispo de Roma” en lugar del tradicional “Papa” (utilizado por primera vez por el obispo de Roma Siricio a finales del siglo IV, empezando así el proceso de monopolización de títulos originalmente perteneciente a muchas iglesias y obispos de oriente). Este cambio no es una “novedad léxica”, sino que se remonta a la tradición de las primeras comunidades cristianas y pone a la Iglesia en situación de recordar que la autoridad eclesiástica no reside ni en la curia ni en el papa, sino en todo el colegio apostólico con el obispo de Roma a la cabeza.
Todo apunta, por tanto, a que nos encontramos ante una situación nueva (con sus luces y sus sombras) dentro de una Iglesia necesitada de reformas. Ahora bien, tal como indica Jose Ignacio González Faus, teólogo jesuita, en el artículo “Tareas para el próximo sucesor de Pedro”, “cuando se habla de reformas de la Iglesia hay que distinguir, en primer lugar, entre reformas más urgentes y menos urgentes (que pueden no coincidir con las que más nos gustarían a nosotros). En segundo lugar hay que distinguir también entre reformas que requerirán tiempo (quizás mucho) y otras que parecen ser de factura inmediata, con sólo que un papa lo quiera”. Eso sin olvidar que cada cristiano y cada cristiana es responsable de vivir las exigencias del evangelio allí donde se encuentra, y que también en este sentido la iglesia está necesitada de una fuerte y profunda renovación.

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