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domingo, 17 de febrero de 2013

Santa Catarina (Brasil), la violencia que asusta a la población

Santa Catarina es un hermoso estado situado en la zona sur de Brasil y el destino preferido de decenas de miles de turistas sudamericanos (mayoritariamente argentinos), especialmente su capital, Florianópolis, la cual dispone de una gran cantidad de playas, más de 70 identificadas, algunas en estado casi virgen. La privilegiada ubicación de esta linda ciudad, en la isla de Santa Catarina, hace de ella un lugar de una belleza natural envidiable.
Sin embargo, en contraste con la tranquilidad de su paisaje y la belleza de algunas zonas de este Estado, la violencia está tomando cuenta del mismo, alterando la vida de sus habitantes, en una serie continua de ataques criminales en más de 30 ciudades del Estado. Desde el pasado día 30 de Enero hasta el día de hoy se llevan contabilizados más de 100 atentados contra bienes de personas o públicos, en una repetición, recrudecida, de lo sucedido durante el mes de noviembre con 58 ataques en 16 ciudades durante siete días.
Estas acciones violentas tienen como objetivo autobuses de líneas regulares o turísticos, coches particulares, vehículos policiales y edificios públicos de toda índole.
La situación es tan preocupante y ha generado tanta inquietud en la población que el Gobernador del Estado ha tenido que pedir la ayuda de las fuerzas de seguridad federales. Así, desde ayer están desembarcado en diferentes localidades catarinenses tropas de la Fuerza Nacional de Seguridad Pública con el objetivo de intimidar a las fuerzas criminales que aterrorizan, con sus acciones, al considerado hasta ahora el estado más tranquilo de Brasil.
Para la policía estatal estas acciones están comandadas por los líderes de diferentes facciones criminales desde dentro de los presidios donde se encuentran cumpliendo condena algunos de sus miembros. Los líderes de estas facciones, por su parte, justifican sus acciones alegando que sufren torturas, inexistencia de asistencia médica, falta de agua regularmente y pocas posibilidades de salir de sus celdas para "los baños de sol" debido a la falta de guardias en los presidios.
Esta situación de tensión está perjudicando fundamentalmente a trabajadores y estudiantes nocturnos, pues muchas empresas de autobuses, en una actitud impulsada por los conductores, sólo circulan entre las siete de la mañana y las siete de la noche, generando graves inconvenientes para un importante sector de usuarios de los servicios públicos.
Entre los más de 50 autobuses quemados se encuentra uno que prestaba servicio a los niños de un colegio y fue incendiado poco antes de que éstos ocuparan sus lugares en el mismo para ser trasladados a sus domicilios.
El PGC (Primer Grupo Catariniense), la principal facción responsable de esta ola de violencia, recrudeció los ataques después de que el gobernador del Estado se negara a negociar las reivindicaciones de los presos, consistentes fundamentalmente en: mejor comida, más higiene en las cocinas (los casos de intoxicación alimentaria se elevaron considerablemente en los últimos meses), 1.200 nuevos colchones, material de higiene personal e incremento del personal sanitario en las cárceles. Al mismo tiempo denuncian al director de un centro penitenciario y a un grupo de agentes del mismo de suministrar choques eléctricos y golpes mientras revisan las celdas, e inclusive afirman tener un vídeo, filmado por ellos mismos, con escenas de estas revistas. Imágenes difundidas por un canal de televisión local, el pasado día 2, en las que se veía a un grupo de presos desnudos y en cuclillas, en momentos en que eran maltratados por numerosos agentes.
En relación a esas imágenes, y a petición del juez João Marcos Buch, se inició una investigación sobre la actuación de los agentes penitenciarios del Presidio Regional de Joinville, por violaciones graves y radicales a los derechos humanos, después de que el pasado 18 de Enero, durante una operación en el mismo, las imágenes del circuito interno mostrasen a agentes penitenciarios utilizando spray pimienta y disparando balas de goma contra los presos, en una situación controlada absolutamente por los agentes y sin mediar ningún tipo de violencia anterior.
Según organismos de derechos humanos, ese tipo de violencia es "habitual" en las cárceles del país, que hasta han sido calificadas de medievales por el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, quien dijo a finales del año pasado que "preferiría morir" a pasar "muchos años" en una prisión brasileña.



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