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viernes, 16 de noviembre de 2012

El fútbol: una violencia que no cesa

Cuando observamos las actitudes que adopta la justicia deportiva con las agresiones a los jueces de un partido podemos entender los motivos por los que estos hechos se suceden con una frecuencia inusitada y hasta peligrosa en todas las categorías, desde la base hasta la élite.
Ayer, en el enfrentamiento entre Millonarios de Bogotá y Gremio de Porto Alegre, equipos de Colombia y Brasil respectivamente, los jugadores de este último, al caer eliminados de la Copa Sudamericana, se enzarzaron en una pelea "callejera" con los jueces del encuentro e incluso Elano, jugador del Gremio, agredió cobardemente, en medio del tumulto generado al final del encuentro, a uno de los jueces que permaneció en el suelo durante varios minutos.

                                                                                            Reprodução/FOX Sports


¿Hasta cuando las autoridades deportivas van a permitir que permanezcan impunes estos actos? ¿Al final los miembros de un club de fútbol no se rigen por las leyes laborales al igual que cualquier otro trabajador?
¿Que sucedería en una empresa si se agrede a un colega de trabajo? Sin embargo parece que en algunos deportes las agresiones no sólo son permitidas sino justificadas y aplaudidas, en algunas ocasiones, y cualquier disculpa es válida para explicar los motivos de las mismas. Uno de los jugadores de Gremio, justificaba los incidentes por la actuación del colegiado señalando un penalti, que aún con las innumerables repeticiones es muy complicado decir si existió o no, a favor del equipo local en el tiempo de descuento. Los jugadores se olvidan de que tuvieron 90 minutos para definir un partido, al que llegaban con un resultado favorable, que se adelantaron en el marcador en este encuentro y que después se encerraron para mantener el resultado permitiendo la embestida constante del equipo de Millonarios. Evidentemente un árbitro puede definir un partido con un error, para eso es humano, pero nada justifica la violencia, la agresión... y si esto se justifica también deberemos justificar otros actos violentos que suceden diariamente por muy diversas causas, pues es peor estar sin trabajo, pasar hambre o perder la vivienda, que quedar eliminado de cualquier torneo pero llegar en casa y tener tu Mercedes en la puerta. Además, se olvidan que ellos mismos, con sus graves errores, pueden colaborar en la definición de un partido: goles errados, penaltis fallados, goles en propia puerta, etc.
No hace mucho en un partido entre jugadores de 8/10 años, los padres de un equipo saltaron al terreno de juego para agredir al árbitro de 17 años, y los del otro fueron a su encuentro. Entre ellos se inició una vergonzosa batalla campal, inclusive uno fué golpeado con una piedra que le provocó una herida en la cabeza que necesitó varios puntos de sutura. El chaval que arbitraba el partido salió protegido por la fuerza pública, que lo retiró del campo en un vehículo policial. Algunos de los chicos lloraban al ver la escena, pero sólo una contundente actuación policial posterior consiguió poner fin a la locura desatada. En otro partido un padre comenzó a insultar a su hijo, de unos 7/8 años, por haber recibido un gol y el pobre niño se retiró llorando del campo entre los insultos del padre. Parece que todo padre quiere tener un Messi o un Casillas en la familia para que le resuelva sus frustraciones y eso no es posible.
Todo esto sucede con la permisividad de los medios de comunicación, autoridades deportivas y los propios dirigentes de los clubs de fútbol que no son capeces de adoptar medidas sancionadoras ejemplares ó  inculcar desde la base principios éticos y de deportividad a sus miembros.

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